Fotografío desde el temblor.
Mi práctica es un cuerpo que respira, se rompe y se reconstruye; una forma de desobediencia que no grita, pero arde. Fotografío como quien confiesa, como quien abre una herida para nombrarla y volverla raíz.
Trabajo con lo que duele, con lo que desaparece, con lo que nunca se dijo. Uso el autorretrato, el cuerpo, el gesto mínimo y la textura de lo cotidiano como herramientas para romper el silencio heredado. Cada imagen es un rito: de memoria, de reparación, de amor, de rabia, de ternura salvaje.
No busco estética. Busco verdad. Busco fisuras.
Esto no es algo material, es un espejo roto que se arma desde la intuición, desde lo ancestral, desde la escucha radical. Creo en el arte como espacio para lo que no cabe en el lenguaje, como una forma de decir “aquí estoy” cuando el mundo insiste en borrarnos.
Mi trabajo se instala entre la fotografía, el performance íntimo, el archivo afectivo y el arte ritual. No responde a las lógicas del mercado. Responde al alma.
Esta es mi manera de habitar el mundo sin pedir permiso.